sábado, 22 de octubre de 2011

UN POEMA DE CESARE PAVESE




DISCIPLINA ANTIGUA

Los borrachos no saben hablar a las mujeres
y se han dispersado; nadie les quiere.
Van despacio por la calle, la calle y los faroles
no tienen fin. Alguno da paseos más largos:
pero nada hay que temer, al día siguiente regresan a casa.

El borracho se dispersa, se imagina con mujeres
-los faroles son siempre los mismos y las mujeres, por la noche,
son siempre las mismas-: ninguna le escucha.
El borracho argumenta y las mujeres no quieren.
Estas mujeres que ríen son el tema de su plática:
¿por qué ríen tanto las mujeres o gritan, si lloran?
El borracho quisiera una mujer borracha
que escuchase sumisa. Pero éstas le ensordecen:
"para tener un hijo debes pasar por nosotras".

El borracho se abraza a un compañero borracho,
que esta noche es su hijo, no nacido de aquéllas.
¿Cómo una mujercita que llora y chilla?
podría hacerle un hijo compañero? Si el otro está ebrio,
en su andar bamboleante ni se acuerda de las mujeres
y los dos avanzan en paz. El hijito que importa
no ha nacido de mujer-también él
sería una mujer-. Él anda con el padre y discute:
los faroles le duran toda la noche.

CESARE PAVESE

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