domingo, 13 de noviembre de 2011

2 POEMAS DE POE Y UN CUADRO DE PATINIR



SOLO

Desde mi hora más tierna no he sido
como otros fueron, no he percibido
como otros vieron, no pude extraer
del mismo arroyo mi placer,
ni de la misma fuente ha brotado
mi desconsuelo; no he logrado
hacer vibrar mi corazón al mismo tono
y, si algo he amado, lo he amado sólo.
Entonces, en mi infancia, en el albor
de una vida tormentosa, del crisol
del bien y el mal, de su raíz misma
surgió el misterio que aún me abisma:
desde el venero o el vado,
desde el rojo acantilado,
desde el sol que me envolvía
en otoño con su pátina bruñida,
desde el rayo electrizante
que me rozó, seco y rasante,
desde el trueno y la tormenta,
y la nube cenicienta
que (en el cielo transparente)
formó un demonio en mi mente.


EL VALLE INTRANQUILO

Hubo un tiempo en que el valle sonreía,
silencioso, aunque nadie allí vivía;
su gente había marchado hacia la guerra
confiando el cuidado de esa sierra,
por la noche, a la mirada fiel
de las estrellas desde su azul cuartel
y de día, a los rojos resplandores
del sol que dormitaba entre las flores.
Mas ahora para todo visitante
el valle triste es inquieto e inquietante.
Nada allí se detiene un solo instante...
nada salvo el aire que se cierne
sobre la soledad mágica y perenne.
¡Ah, ningún viento agita los ramajes
que palpitan como el glacial oleaje
en torno a las Hébridas salvajes!
¡Ah, ningún viento empuja el furtivo
manto de nubes que, sin respiro,
surcan durante el día el cielo esquivo
sobre las violetas allí esparcidas
como ojos humanos de mil medidas...!
sobre las ondeantes azucenas
que lloran junto a las tumbas ajenas!
Ondean: y en sus pétalos más tiernos
se juntan gotas de rocío sempiterno.
Lloran: y por sus tallos claudicantes
bajan perennes lágrimas como diamantes.

EDGAR ALLAN POE

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